¿Y si tuviera
que describirle a alguien el sonido del viento.... o el ladrido de un perro?
Amores como pájaros, cuerpos como púas. Sonrío. Y respiro. La suave piel de un
animal roza la mía. Él está vivo. Me está midiendo, me pide algo, me reclama.
Yo dudo si lo que sale por mis pulmones sea aire verdadero. Alguien silba a lo
lejos una canción que desconozco. No puedo permanecer en el suelo luego de una
batalla, no puedo, debo erguirme y ondear mi estandarte y acabar calavera
rostizada: mi destino no es de flores y laúd. Es de espacios y laberintos de
ligustrina que nunca, nunca conducen a ninguna parte. Estoy solo y no puedo
ver. Me hundo en la negrura y escucho las risas de mi infancia ¿hubo risas o
las invento? Supongo que toda infancia tuvo risas, alego olvidarlas y las
agrego a la película de mi vida. El animal muerde mi mano y veo sangre que mana
entre mis dedos pero no dejo de acariciarlo, su pelo blanco se tiñe de rojo y
quizás soy yo, quizás se tiñe de mí, con esta ausente sensación de suavidad que
ahora es un dulce dolor que quema. Ya es tarde, debo irme (una mujer me
espera), debo guardar mis fantasmas en la maleta y emprender el regreso. ¿Pero,
hacia dónde? Si ya no puedo recordar mi origen, amarga génesis que todo
amalgama y todo destruye. Ya empieza a despuntar el día. Despierta.