sábado, 16 de febrero de 2013

Palabras como Catedrales


Una palabra, no dice nada. Pero cientos, miles de palabras ordenadas en ejércitos por millones, construyen fabulosas catedrales como bibliotecas. Una mirada, no dice nada. Pero cientos de miles de miradas crean un mundo: ese mundo que veo no es el que “es”, sino el que mis ojos capturan por fragmentos, instantes imperfectos que se derrochan y desgranan en la pendiente inevitable del tiempo, y luego caen y mueren. Y ¿quién soy yo? Yo soy el témpano de fuego que habita debajo de cada negativa, de cada amor no correspondido por no intentado. Yo soy la sombra que vaga por las calles buscando libros viejos, soy la rendija de luz que se cuela por debajo de la puerta en las mañanas polvorientas y soleadas de la niñez idealizada. Soy la niña que pregunta insistentemente a la mujer que la habita adónde vamos y ella no sabe qué responder. Soy la duda y la búsqueda constante, el desenfreno, la locura, la mesura recatada, el relámpago que no avisa, la tortilla que se quema en la cocina, las pantuflas, el olor a especias y a cebolla frita, la masa que leva y descansa, la vida, el ángel de la muerte y el adiós. Una palabra.